martes, 18 de noviembre de 2008

Cabeza Borradora (1977), de David Lynch


Ya podíamos vislumbrar algunos detalles y características que serían el denominador común en los futuros proyectos y largometrajes de David Lynch, al menos en sus formas y estructuras narrativas. The Alphabet es un corto donde narra de manera idónea la complejidad patente en los procesos de aprendizaje por parte de cualquiera de nosotros a través de una retahíla de imágenes demoledoras, creando un proceso de distorsión y caos (dando a entender ese arduo y duro ejercicio de aprender algo nuevo) apasionante. En tan pocos minutos, y sin la necesidad de la disposición de actores, crea y denota el mensaje de manera más que correcta; y señores, eso no es nada fácil.


Su primera incursión en el cine fue un proyecto que le resultó bastante agotador, una cinta que él mismo escribió, produjo y dirigió de una forma sobresaliente. David Lynch tardó 5 años en terminar Cabeza Borradora (Eraserhead-1977), con problemas de dinero y subvenciones, tan solo, la ayuda de 10.000 dólares. En esta cinta tan personal, ya podemos apreciar, como dije antes, la estructura narrativa del cine “lynchiano”, ya podemos degustarlo y examinar exhaustivamente cómo quiere transmitir determinados mensajes e informaciones. Desde un primer momento el film nos sumerge de lleno en un aspecto visual terroríficamente atrayente, rodeado de sonidos punzantes y aberrantes que crean un ambiente de desconcierto realmente excelso. Pero con un pilar importantísimo como trasfondo, la imagen, lo visual alcanza cotas altísimas para transmitir el mensaje. Esos primeros minutos de Eraserhead, tan solo esos minutos, para darnos cuenta de que nos encontramos ante un director muy personal, tanto en la forma como en el mensaje, y eso a día de hoy, es importantísimo. El empleo de metáforas está llena en toda la cinta, todo muy insinuante, sin dártelo masticado, no te lo quiere mostrar, pero te lo muestra, con pequeños retazos de incalculable valor. Lynch ha caracterizado alguna de sus películas por este tipo de narrativa especial, no en todas ojo, en Una Historia Verdadera, aunque se nota la mano del director de Montana, la forma de transmitir el mensaje es distinta: ni mejor ni peor, diferente.

Pero si entramos en los aspectos argumentativos de la película, y sin apuntar los más que manidos “spoilers”, tenemos a un personaje decadente, rancio y con un desarraigo patentes conforme va avanzando los minutos, con una representación del mal impactante y con altos índices de denotar una represión sexual sin precedentes (al personaje de Henry Spencer). Un filme sobresaliente, que además sirve de inicio para una carrera muy particular, donde cada cinéfilo debe ver obligatoriamente, ya sea como punto de partida para conocer más sobre el cine “lynchiano” o como simple y mera casualidad o porque le sale de los mismos...

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